Bar Velódromo es una terraza con historia y sabor en el corazón de Muntaner
Hay lugares que no necesitan presentaciones, solo una excusa para volver. El Velódromo, mítico café-bar del Eixample, es uno de ellos. Con casi un siglo de historia, este local es parte del alma de Barcelona. Renovado con gusto pero sin perder su esencia, sigue siendo ese punto de encuentro donde los recuerdos se mezclan con el aroma del café y el tintineo de las copas.
UNA TERRAZA PEQUEÑA, PERO CON MUCHO QUE CONTAR
La terraza de El Velódromo no es la más grande ni la más silenciosa —se encuentra justo en la concurrida calle Muntaner—, pero tiene algo que muchas otras no: carácter, memoria y vida de barrio. Es el tipo de sitio donde te cruzas con caras conocidas, donde los saludos se repiten y el tiempo parece detenerse entre sorbos de vermut.
Perfecta para una pausa con encanto urbano, para leer el periódico con un café o brindar con un amigo de toda la vida. Aquí no vienes a desconectar del mundo, sino a reconectar con la ciudad.
GASTRONOMÍA DE AUTOR CON SABOR A TRADICIÓN
Bajo la dirección gastronómica del chef Jordi Vilà, galardonado con estrella Michelin, la carta de El Velódromo combina la esencia de la cocina catalana clásica con un toque refinado. Las tapas tradicionales, los guisos de siempre y los platos de cuchara están elaborados con producto de calidad y mimo en cada detalle.
Desde unos huevos estrellados con jamón, hasta una tortilla jugosa o una ensaladilla que sabe a infancia, todo aquí tiene sabor auténtico. Ideal para desayunar, almorzar, tapear o cenar sin prisas, como en los viejos tiempos.
UN CAFÉ-BAR QUE LATE CON HISTORIA
Fundado en 1933, El Velódromo ha vivido muchas vidas: tertulias literarias, partidas de billar, debates políticos y cafés compartidos a media tarde. Hoy sigue acogiendo generaciones que vienen por nostalgia, por la comida o simplemente porque aquí se está bien. Su interior art déco, restaurado con fidelidad, es testigo de historias que aún siguen escribiéndose cada día.
VUELVE A TU TERRAZA DE SIEMPRE
Puede que El Velódromo no tenga vistas al mar, pero tiene vistas a la memoria colectiva de Barcelona. Y eso, a veces, es aún más reconfortante. Si buscas una terraza con alma, sabor tradicional y el rumor constante de la ciudad como banda sonora, este clásico renovado siempre será una buena elección.